Morgana Vatori
Scortum

31.12.10

Espartana

Escuché con admiración una frase de una conocida película.

(En general siempre me ha encantado la fuerza y la superación de aquél pueblo, me gustan los grupos de personas que se creen especiales, superiores o simplemente diferentes; creo que ellos mismos alimentan su propia energía positiva y, al margen de que es vital para el desarrollo de cada miembro, considero mágica la visión que terceros pueden llegar a tener del gremio).

La frase fue: “sólo las espartanas traemos al mundo hombres de verdad”. ¿Es muy realista, no? La composición de esta frase responde a dos características propias del ambiente en el que se desarrolla la película: la superioridad de los espartanos frente al resto de los mortales y la posición naturalmente inferior de la mujer en aquella época. Y, ciertamente y como ya he dicho, me gustó mucho oír y ver como aquella mujer respondía con esa frase a un señor que había dicho, refiriéndose a ella pero sin mirarla, que qué pintaba una mujer en una conversación de hombres.

He visto esa película unas cuantas veces y es muy probable que cuando acabe de escribir esto la ponga una vez más; me gusta, me gusta no, me flipa; me fascina la filosofía de vida que lleva esa comunidad.

La cuestión es que, aunque suene muy friki, acabo el año con la sensación de ser espartana o, al menos, de tener ascendientes espartanos. Si no, no me explico cómo puedo ser tan tremendamente fuerte.

El lunes por la noche estuve a punto de publicar ¿Miedo? Sí, aunque más bien creo que es terror, pánico, una sensación que roza la fobia. Con ello pretendía expresar como estaba ante la intervención quirúrgica que tenía programada para el martes. No lo niego, ni lo negaré nunca, estaba tremendamente asustada, temía muchas cosas, entre ellas la cicatriz (como ya dije en la entrada del 19 de Octubre); pero no temía el dolor, nunca me ha dado miedo sufrir. El caso es que estaba muy asustada y quería contarlo; y como no lo hice, lo he hecho ahora.

Ahora, después de dos días, miro atrás y pienso en el dolor sufrido, el agotamiento y el cansancio y, de verdad, no tengo más remedio que pensar que soy Xena, Wonder Woman o la hija de Aquiles; o eso, o espartana. Me rio escribiendo esto, la gente que me conoce, o que intuye como soy, sabrá cómo leerlo para evitar pensar que soy una auténtica gilipollas.

He vuelto a demostrarme que soy más fuerte que el resto, he vuelto a alimentar mi propia energía, he fomentado mi desarrollo personal y he favorecido la visión que el resto tiene de mí.

En momentos como este recuerdo en formato fotograma todas y cada una de las veces en las que alguien ha alabado mi fortaleza, mi temperamento e, incluso, en ciertas ocasiones algunas personas han aludido a mi divinidad. Esos fotogramas me ayudan a creer en mí y a ser como soy. Gracias.

PD: Odio medicarme.

16.12.10

Descríbeme tu amargura,
quiero sentir cuánto me amas.
                                               M.V.

22.11.10

Salvador Sostres II

Una conversa privada


“No faré grans comentaris sobre el vídeo que ahir es va fer públic perquè era una conversa privada que ha estat robada i exhibida, i entenc que això és inacceptable. També crec que el contingut de la conversa no té cap importància, tot i que això és secundari i molt menor al costat del fet principal que ningú no té dret a ficar-se en les converses ni en la vida dels altres. La difusió que se n’ha fet em sembla lamentable, tant per fer el joc als qui fan aquest tipus de coses com per l’escàndol que ha causat una normalíssima conversa entre amics, insisteixo que privada i en el to que es tenen aquesta mena de converses privades, sobre els tipus de cossos que ens agraden o ens deixen d’agradar. L’esquerra mediàtica espanyola i catalana ha d’anar molt escassa si aquesta és la seva manera de buscar notorietat. Estic acostumat a servir de mirall de tanta indigència moral i intel•lectual. “


Traduzco para los que no entiendan el catalán y/o pasen olímpicamente de perder su tiempo en leerlo en dicha lengua. Me lo he leído por encima y creo que se entiende todo bien, pero bueno, así aprovecho y practico mis dialectos.


No haré comentarios sobre el video que ayer se hizo público porque era una conversación privada que ha sido robada y exhibida y entiendo que es inaceptable. También creo que el contenido de la conversación no tiene demasiada importancia, al margen de ser secundario y mucho menor al lado del hecho principal que es que nadie tiene derecho a meterse en las conversaciones ni en la vida de los demás. La difusión que se ha hecho es simplemente lamentable, tanto por seguir el juego a quien hacen ese tipo de cosas como por el escándalo que ha causado una conversación normal entre amigos, insisto que privada y en el tono que se tienen esas conversaciones privadas, sobre el tipo de cosas que nos gustan o nos dejan de gustar. La izquierda mediática española y catalana tiene que andas muy escasa si esta es su manera de buscar notoriedad. Estoy acostumbrado a servir de “espejo” de tanta indigencia moral e intelectual.


Antes de contestar, si alguno de ustedes sabe decirme qué traducción puede darse a “mirall” en la última frase le agradecería que me corrigiera: sinceramente, no creo que se traduzca como espejo en este caso.


Respondo:


1.- Tienes razón, es una conversación privada que no ha de hacerse pública. Las personas no tenemos por qué escuchar tu mierda.


2.- No seguimos el juego a quién hace ese tipo de cosas, en este caso en concreto, criticamos al que difunde y criticamos al que genera que, además, es el enfermo.


3.- Por Dios no es una conversación normal entre amigos. Como ya hemos apuntado por aquí la conversación normal habría consistido en un comentario desfasado e insultos de tus compañeros, si consiste en muchos comentarios desfasados empiezas a generar asco entre los que te escuchan y pasa a ser una conversación repugnante de un cerdo con personas que no tienen los huevos a echarle de la sala.


4.- Si la conversación trata, como reconoces en tu horrible texto sin puntos y aparte, de las cosas que te gustan y te dejan de gustar, definitivamente eres un ser repugnante con el que debe tenerse cuidado. Tus alusiones a la santidad y a la crema dotan a tu gusto por las jovencitas cierto aire de pederastia (salvando las distancias: procuro ser cero demagoga).


5.- No se cómo andará la izquierda española (incluyo la catalana en española, si no te importa), pero sí se como andamos los ciudadanos de a pie (digo los rojos, los azules, los verdes, etc) y estamos asqueados.

17.11.10

Salvador Sostres



Creo que podría rebatir todas y cada una de las palabras que el sujeto este propina a la moral en los cuatro minutos que dura el intermedio y me atrevo a decir que podría encontrar un insulto válido por cada frase. Y todo ello, señores, sin una motivación ideológico-política, porque por no saber, no sé ni a que bando guiña sus viciosos ojos.

Increíble. Eso es lo que he pensado cuando he leído el titular.

Horrible. Descripción de la dureza de la faz del susodicho, lo que comúnmente llamamos caradura.

Indigno. Humillante. Rastrero. Enfermo, de enfermedad, no de insulto. Si me siento en un sofá y releo, o reveo, la perversa charla que el tipo echa a sus contertulios sacaré decenas de palabras que describan la grosería y las babas que derrama sobre la mesa mientras habla.

Cierto, cuando se lee parece más que cuando se ve. Él se ríe, los caballeros presentes incrédulos callan, la señora flipa y las cámaras graban. La gente no aprende. No hablen en público aquellos que cobran por hablar, porque será grabado hasta el más mínimo de sus suspiros, la más grotesca de sus expresiones y el error más jodidamente gordo que cometan (con perdón).

Podría empezar por el tema de la edad, que es fácil, sencillo y para toda la familia; creía que los hombres, curtidos ya de palos, habrían dádose cuenta de que hay ciertas cosas que no pueden decir llegada una edad. Un hombre, entendiéndose por hombre muchacho maduro con la cabeza asentada, no puede describir el gusto con el que tocaría, ni tan siquiera miraría a una moza de 17 años, ¿por qué? Porque estas señoritas están reservadas a los niños de su edad y a los de 18 y si me apuras 19.

Ya, ya sé con que me van a salir, me van a salir por dos vías, la primera es que con 16 años una niña es mujer y tiene curvas y tiene pecho y tiene caderas bien formadas (ello sin contar con que la actitud de muchas de estas mujercitas carecen totalmente de la inocencia que deberían conservar), la segunda es que es ridículo poner un límite a la diferencia de edad porque esos años de más que ha vivido el varón no importarán cuando este tenga 27 y ella 24.

Contesto a lo primero, es cierto que a esa edad se puede tener un cuerpo que no dista mucho de el de otra señorita más mayor, pero no se nos ha de olvidar que sí será diferente su cara, su experiencia y su madurez y, por tanto, ver a un señor babear por una niña que lo que tiene que estar haciendo es comer pipas con sus amigas en un banco, mientras charlan de lo guapo que es un compañero el de clase, es cuánto menos asqueroso. Concibo la atracción por encima de la madurez física, sí Sostres, tienen todas las características para ser mujeres atractivas, pero lo serán cuando sean mujeres.

A la segunda cuestión no voy responder porque es obvia, entre treinta y cuarenta años sí, entre diez y veinte no. Insisto, a partir de los veintidós años, cero comentarios sobre menores de diecinueve.

Por cierto, póngase atención en que me he referido única y exclusivamente a los hombres y no ha sido por ceñirme al ejemplo que tratamos, ha sido y es, y probablemente será, porque no está tan mal visto que una mujer bromee sobre llevarse a la cama a un zagal como que un hombre haga esa misma broma. No sé porqué y no me lo pregunto, igual que no me pregunto por qué tengo esa necesidad de que un hombre me ceda el paso en el umbral de la puerta; las cosas son como son y así nos las cuenta Matías.

Voy a continuar con una de las expresiones que el guarro (guarro de cerdo o jabalí, no de baboso, aunque también) ha dejado escapar por su excelentísima boca refiriéndose a las chavalas de diecisiete: “ese olor a santidad, que parecen lionesas de crema..” Sostres, de verdad, espero y deseo que si intervienes en algún medio (o ante tu mujer) para devolverte la dignidad, no uses la excusa que he descartado hace tres párrafos. El olor a santidad y las lionesas de crema hacen una alusión clara a la inocencia, la pureza y la dulzura, y si te excitan esas cosas de una adolescente, deberías medicarte porque eres un sujeto peligroso.

Continuo.

Me intriga saber cuál es el momento en que una persona que está en su puesto de trabajo deja suelta su lengua y, previamente, su mente y, refiriéndose a una chica de veintitrés años dice: “Ah, es demasiado mayor. Estas mujeres que aún no huelen a ácido úrico...” y continúa con el olor a santidad, etc. Me intriga de igual modo a qué se refiere con lo del ácido úrico, ¿se refiere a la parte de la sustancia que se disuelve en la sangre o a la parte que se desecha con la orina? Como es probable que se refiera a lo segundo me surge otra duda ¿este señor conoce la vergüenza? ¿A caso conoce la discreción? Pero la mayor de mis intrigas es ¿conoce la decencia o solo la busca en las niñas a las que olisquea?

No obstante, para dejar pronto a un lado el tema del ácido úrico, recomiendo a nuestro protagonista de hoy que se olvide del orín hasta que deban hacerle las pruebas necesarias para solventar sus problemas de erección, que puestos a hablarnos de sus gustos sexuales, también nos comenta los problemas que tendrá cuando no se le levante. Supongo que tras estas declaraciones el único problema será no responder a sus especiales estímulos sexuales como lo hará en estos momentos, dado que su mujer sí va a responder por ellos. Nota: la reacción de la mujer de Sostres no la conozco (aunque confieso que me interesa), me he limitado a ponerme en su lugar y responder por ella.

Continúo.

Hace referencia también al “primer rasurado” de las mujeres, Sostres opina “que es el que no pica”, el único con el que, pasados unos días, sigue la piel suave aunque empiecen a asomar los delicados pelitos; ¡vamos! Deduzco que se referirá a eso con lo de que no pica. Bueno, creía que no pasaría, pero me he cansado de comentar el monólogo de Tito Sostres, me remito a lo que he escrito antes sobre hablar de niñas aunque tengan cuerpo de mujer: suena mal. Si quieres hablar de unos labios vaginales, hazlo de una tía de tu edad, olvida lo de las menores, vas a perder tu trabajo, tu dignidad y tu vida.

Perdón, me comunican que no va a perder su trabajo y que, sin embargo, sí lo perderá quién haya filtrado el video a la prensa. Puestos a opinar: me parece correcto que tomen medidas contra el chivato y me parece impropio que no las tomen contra el enfermo.

Creo recordar que también habla de carne que rebota, de un piano, de que el matrimonio es sexo por obligación (otra frase para mi colección de citas contra el conyugio); de que en Rabat los niños van sueltos, refiriéndose a que no se van asustar de sus palabras y también pregunta si un grupo de niños marroquíes, catalanes y gaditanos conforman un colegio o una ONG.

Para terminar.

“También me gusta el sushi, el pescado crudo..” Bien, en esté punto de su enajenación mental observamos como el sujeto ya no sabe qué decir. Consciente de que se le han acabado las alusiones directas al olor y la tersura de las muchachas, echa mano de las indirectas utilizando la vieja metáfora del pescado, pero claro, como al señor le gustan poco hechas, o más bien crudas, tira del sushi que para eso está de moda.

Como ven, muy acertado en todo.

Gracias por aguantar la lectura y disculpen las faltas de ortografía.

Casi se me olvida, gracias también al señor Sostres, hacía mucho, mucho tiempo que no hilaba tantas palabras en un mismo texto.

9.11.10

Cónyuges - Conyugio - Con yugo

Dos son las expresiones que he oído últimamente acerca del matrimonio, coincidiendo además con la visita del Papa a España que, como todos sabemos, no ha podido quedarse callado en relación al matrimonio y la familia (bueno, por lo menos aquí no ha dicho que el VIH se trasmite porque fornicamos como animales sin mediar amor ni un fin reproductivo). Pero bueno al lío, no me he sentado a escribir para poner verde al Papa, ni para echar por tierra la actitud de nuestro presidente del Gobierno largándose de España mientras el "buen" hombre viene a visitarnos (las comillas son porque no sé si es bueno o malo, no porque lo dude: que luego nos irritamos).

Bueno, lo cierto es que ya que estoy me apetece decir lo siguiente: que una persona no quiera ver al Papa es tan normal como que a mi no me apetezca ir a un concierto, de hecho tampoco me apetece ver al Papa; pero si la persona que no quiere verle es un Jefe de Estado, un Presidente de Gobierno o alguien perteneciente a la Guardia Suiza, me temo que lo correcto es que se joda y haga su trabajo. Este es un mensaje para Zapateiro: Zapateiro, no estoy nada contenta con tu actitud ante la visita del Sumo Pontífice y te lo dice alguien que pasa más de la Iglesia que de su Dios y mira que de su Dios pasa bastante. No obstante, me gusta también decir las cosas buenas: me ha parecido fantástico que aparecieras cuando ya se iba, para despedirle y esas cosas, así el se quedaría con el buen sabor de boca de que sudas de sus royos pero te mola estar en la fiesta cuando se va; muy en tu linea.

Lamento haberme metido en estos temas, me gustaría seguir con mi valoración persona de la personalidad del Papa (no de cómo es, si no de lo que representa) y de Zp (esta si incluiría comentarios sobre él y sobre lo que representa); pero prefiero centrarme en la causa que me ha llevado a sentarme y no en tan distinguidos personajes.

La cuestión, como decía, es que he escuchado dos frases en relación al sacramento/institución del matrimonio (cada uno que coja la palabra que le convenga) y no recuerdo cual me ha hecho más gracia; las reproduzco como hago con todas las citas que despiertan mi interés. Ya saben que me gusta compartir.

Profesora de Filosofía un día lectivo a las 13.35: "Un autor dijo una vez hablando sobre el matrimonio que el matrimonio nulo debería ser aquél en el que los contrayentes se casan enamorados y no al contrario".

Profesor Lightman de la serie Lie to me: "No me gustan las bodas. Terminan en matrimonio".

He aquí la crisis del matrimonio.

Esto me lleva a la pregunta de si podría considerarse el amor un vicio a la hora de contraer matrimonio.

¿Una persona enamorada está en plenas facultades de tomar decisiones importantes?

19.10.10

Hermosura que me abandonas

La belleza es algo tan etéreo, tan personal, tan intangible y destructible que, en mis momentos de cordura, pienso que no merece la pena sufrir por ella.

Tempus fugit, que dice la máxima. Y con él la vida, las oportunidades, los sueños y, como no, la hermosura de la que hablamos se va.
...

No soy estúpida. Me caracterizo por ser una persona inteligente, soy tan lista que soy consciente de que mi salud mental y sus crisis dependen de cómo despierte cuando me recupere, depende de cómo me levante cada mañana desde ese día en adelante y soy tan variable que preveo días de absoluta soledad, autodestrucción y amargura, del mismo modo que puedo augurar días de claridad, belleza y orgullo.
....

Demasiado riesgo es el que corro dejando mi futuro en manos de mi personalidad.
....

Puede que las lágrimas que acaban de recorrer mi rostro no sean más que el fruto de una ansiedad acumulada, pues la gente que me conoce sabe como soy y presumo de serlo. No temo ni al dolor, ni al sufrimiento. Me sentaré a esperar a que el día llegue y transcurra, sufriré lo que deba y comeré lo que me pongan. Creo que un bisturí no acabará con mi autoestima.
....

Creo.

8.10.10

Error de conceptos

Supongo que depende mucho de quién lo mire. Supongo que también depende de desde dónde se mire. La pasión, la entrega, los sentimientos puros son tan variables que lo que para una persona puede ser una fuente de excitación, para otra sin embargo es un detalle que pasa desapercibido. Pasa habitualmente, y es el ejemplo más básico, son los gustos; uno observa a una chica en la discoteca y le comenta a su compañero de batallas que le parece atractiva, bueno, creo que más bien diría algo como “mira que buena está esa” o “tetas”. El amigo puede estar de acuerdo o puede no valorar esas tetas por ser comunes, vulgares o feas. Cuestión de gustos.

Personalmente, hace tiempo que me di por vencida. Me siento completamente incapaz de explicar mis sentimientos por cierta persona, para ser más precisa: me siento completamente incapaz de explicarle a él lo que siento por él. El problema está en nuestras visiones de la vida, nuestra manera de entender ciertos conceptos; en el ejemplo de las tetas, ambos saben lo que son tetas y pueden gustar o no gustar, pero si identificasen como tetas cosas distintas, no podrían discutir sobre su belleza o no, porque uno estaría hablando del pecho de una mujer y el otro de sus piernas.

Trataré de explicarlo de una forma concreta. Él escucha la palabra sumisión y entiende una cosa y yo, a esa misma palabra, le doy un significado completamente distinto; por tanto cuando trato de explicar lo que siento por él y me toca usar las palabras sumisión, entrega o cesión, me doy cuenta de que jamás lograré que me entienda. De ahí que me diese por vencida cuando vi (la primera vez que traté de explicárselo) que él escuchaba mis palabras, pero les aplicaba un significado diferente al que yo trataba de darle.

Desde entonces he pensado que conseguiré que me entienda el día que sepa qué palabras utiliza él cuando quiere decir lo que quiero decir yo cuando digo entrega.

24.9.10

No es igual el desprecio que uno desea que el que uno siente cuando no lo ha solicitado. Mi pecho bien lo sabe.

28.6.10

Un fragmento

Sentimientos enfrentados y dudas. Celos enfermizos. Interrogantes.

Locuras. Medicamentos.

Dulzura. Cariño. Ternura. Amor.

Sudor y lágrimas. Dolor.

Pasión, placer, cansancio.
.....
Miradas furtivas matan y fulminan.

Por mucho esfuerzo que mi ser realiza, el fondo desconfiado aflora cuando menos me lo espero. Materia roja formada por músculo tenso, fuerte y necio, que jamás cambiará; dudará hasta de su existencia y sufrirá por ella. Recuerdo haber dicho que no entiendo el amor si no es sufrido; creo haber llegado a la conclusión de que lo que me ocurre es que no puedo amar sin sufrir. Quizás por eso no amo plenamente, por el temor de llorar palabras, miradas o deseos.

Pasando por un buen momento, no todo es tan bonito como parece.

Maduro con cada día de vida y espero llegar a ser perfecta. Sólo quiero ser feliz y hacer felices al resto; dejar de dañar historias y tener una propia que contar, sin retales, sin cortes y sin pausas.

Me gustaría poder relatar con detalle cada sentimiento y vivencia, pero no puedo. No puedo porque no se lo que siento y, por tanto, no se lo que vivo.

11.6.10

Vuelta a casa

Delante de mi un volante, un cristal empañado, luces y gotas entonando una melodía constante y fría. Adoro las tormentas de verano, en la playa siempre bajo a tumbarme sobre la arena húmeda y me concentro en el sonido del oleaje; la furia característica de la mar en tiempos de guerra. Sin embargo, ayer no había mar, ni olas, ni espuma blanca que pisar; había un trayecto de vuelta a casa.
...
Mis manos, ajenas a mi, conducen con destreza por el asfalto de Madrid; mi naranja mecánica trabaja al margen de señales, los semáforos cambian de color al margen del punto fijo en el que tengo depositada la mirada, no los miro, pero debo verlos porque mis pies articulan la frenada. Miro hacia una de las estatuas que me cruzo a lo largo de mi camino, no sé cuál es porque no se por dónde voy y por mucho que la veo no la miro. Como una autómata pongo en marcha el coche cuando percibo tonos verdes a mi alrededor, espero llegar pronto a casa porque siento en mi esqueleto la angustiosa probabilidad de estrellarme contra algo o, peor, contra alguien.
...
Embalses de lágrimas calientes son mis ojos; mi vista cansada por el día, por la hora y por la vida se nubla; los cierro con delicadeza en el siguiente semáforo haciéndose la oscuridad más absoluta en lo más profundo de mí: se desbordan.
....
Las ganas de vomitar pueden conmigo, entre lágrimas y espasmos soporto cada arcada observando como esas manos que me llevan a casa comienzan a temblar y desfallecen. Suerte que, de nuevo, me encuentro parada entre taxis y coches de borrachos.
....
Con mi pausa en el último semáforo he tocado fondo, consciente de la situación me esfuerzo por respirar hondo y aguantar hasta llegar a casa. La realidad, fuera de mi coche, se cierne oscura y melancólica: acabo de entrar en carretera.
.....
El viaje, que normalmente transcurre en diez o quince minutos, se me está haciendo eterno. No veo el momento de llegar a mi cama o, mejor, a mi suelo: si mi lecho está frío que sea porque el parquet no ha cogido temperatura y no porque mi cama apesta a soledad.
......
Un estado provocado cuya responsabilidad recae directamente sobre la que escribe, la que llora y conduce.
......
La llegada a casa no está exenta de drama. Aparco con los ojos entreabiertos, busco puntos de referencia y ellos, hinchados, se cierran por el estrés y el sueño que pesa como una losa sobre mí.
......
Punto muerto, freno de mano, apago luces y motor. Miro al techo del viejo bólido y pienso en mi esquela “murió sabiéndose querida”. Supongo que más de uno añadiría “pero sin ser capaz de querer”.
....
Me tambaleo a lo largo del garaje, un pie tras otro y llego al ascensor con las fuerzas justas para llegar a casa y desplomarme en mi suelo; y así lo hago, dos almohadas y falta de cariño: en una deposito la cabeza y en la otra el corazón.
.....
Mañana será un mejor día, un escalofrío recorre mi cuerpo, es poco probable que pueda empeorar.

27.4.10

Hablaba el general por radio, no era claro y sus órdenes eran confusas; el pelotón acabó en zona enemiga, sodomizados, mutilados y finalmente muertos.

24.4.10

Aves de rapiña

Vengo a relatar una fábula, una historia que, sin serlo en sí misma, se convierte en un relato individual merecedor de toda mi atención y de toda la de aquél que esté dispuesto entender unos sentimientos cuánto menos interesantes, complicados quizás, y algo duros.

Esta es la historia de una mujer cuyo pasado volaba constantemente sobre su cabeza cual ave de rapiña, dando una vuelta tras otra esperando el mejor momento para atacar, el momento en que desfalleciese en ese desierto que los mortales llamamos vida.

Como un suave rechazo, las palabras de su compañero se le clavaban a modo de puñales. Afiladas e hirientes, las silabas salían suavemente de su boca y bailaban ligeramente hasta sus oídos atravesando cada fibra de sensibilidad que encontraban.

Nunca antes se había visto un gesto tan parecido al que Leonardo Da Vinci había dibujado en su majestuosa Gioconda. Media sonrisa, media mirada, medio dolor, media compasión, medio bien, mejor dicho: medio mal. Los ojos de su compañero buscaban insistentemente un cruce con la vista cansada de nuestra protagonista y ella, sumisa y complaciente, evitaba con mucho disimulo tener que ver como esos ojos negros la juzgaban.

El ambiente era relajado aunque la tensión aumentaba en su pecho, era consciente de todo aunque el cansancio y el sueño mermaran su capacidad de atención. Escuchaba y asentía; sorda, ciega y muda, seguía absorta en sus pensamientos.

No hacía falta mediar palabra, aunque de vez en cuando alguna sobrevolase la escena. Ella asumía cada disparo con entereza, consciente de su culpa y de su maldición, sabe, porque no es tonta, la complejidad del asunto.

Cinco minutos de silencio la ayudaron a pensar en las minucias de la batalla que estaba teniendo lugar allí, entre la cama dónde él descansaba y el suelo dónde ella filosofaba. Bonita filósofa, de rodillas y humillada, dábale vueltas a todo.

Recordó cada detalle del hecho que la había llevado a esa situación, examinó su nivel de culpa y asumió que, del hecho, no fue responsable. Sin embargo, ella lo propició y no hizo nada por evitarlo; no puede imputarse el hecho como tal, pero sí todas y cada una de sus consecuencias, y ahí es precisamente dónde se encontraba en ese mismo instante: en la mayor consecuencia que nunca antes había sufrido. El buitre se había abalanzado ya sobre ella.

Una desesperación profunda invadió de pronto su ser, las lágrimas contenidas empezaban a doler en su garganta y debía evitar por todos los medios que la presa que formaba su párpado inferior se desbordase. El dolor podía estar matándola lentamente, pero no por ese agudo sufrimiento debía descuidar el bienestar de aquél hombre.

Cuenta la historia que ella murió luchando contra las palabras que su compañero le propinó, con su media sonrisa y ese gesto de póker, aguantó los envistes de una legión de razones por las cuales debía asumir su desgracia y morir en paz sabiendo que no volvería a hacer daño a nadie. Y así lo hizo, se tumbó y dejó que el ave devorase sus entrañas.

Otro final cuenta que sobrevivió a los ataques sucesivos del buitre que se aprovechaba de su estado para tratar de acabar con ella. Eso sí, sus garras y su pico destrozaron su cuerpo, dejando huella de cuánto dolor había sufrido. Continuó su camino como lo había llevado hasta ese momento siendo consciente, a cada paso delante de un espejo, de lo que el desierto había hecho con ella.

Y ésta es la fábula de la que sólo se sabe el final, se especula con su contenido, pero nadie sabrá nunca de lo que habla porque ella se encargó de encerrar su dolor dentro de sí misma para que nadie pudiera jamás ser perjudicado por él.

17.4.10

Encuentra el pene

Lee aquí la noticia.
"Tienes mucho que quemar ¿eh? Tus problemas no se van a solucionar entrenando más horas, arréglalos fuera y disfruta dentro."

14.4.10

Treinta

Mi naranja mecánica funciona con sistema binario. Dos números se repiten. Palabras de ánimo. Golpes. Un espejo, un reflejo. Sombras. El calor me asfixia y mi cuerpo no da más de sí, pero no quiero parar. Miro mis manos vendadas, tiemblan, se deshacen; veo doble o triple, creo que me estoy mareando. Una mano tira de una de mis trenzas, ¿estás bien? Me pregunta. Asiento. Pues sigue, contesta. Obedezco.

Los músculos empiezan a fallar cuando pasa un rato desde que tu cuerpo te rogó que parases y no paraste. Dolor. Es ahí cuando se demuestra la fuerza, cuando uno está a cero y desde cero es capaz de seguir entrenando. Es ahí cuando las palabras de ánimo hacen verdadero efecto, penetran hasta llegar a la fibra, la melodía que te repite una y otra vez que tu entrenador está orgulloso de ti, que sabe que puedes; que espera que puedas.

Una hora de duro entrenamiento finaliza con lo que es, para mí, el peor ejercicio físico que existe. Tumbada boca abajo mis brazos empiezan a temblar cuando me coloco en posición para empezar, ni una sola repetición y ya tiraría la toalla. Cuenta hasta diez, no puedo más. ¡Vamos, diez más! Llego a veinte. No puedo más. ¡Las diez últimas chavales! 21. Abdominales agarrotados. 22. Piernas agarrotadas. 23. Gluteos agarrotados. 24. Los brazos me van a fallar. ¡Venga, las cinco últimas! Se que ya no puedo más.

Los pies de mi entrenador han estado merodeando a mi alrededor desde la flexión número once. Me presiona. Me dice, estoy aquí, te estoy mirando, no te rindas. Las cinco últimas son una tortura medieval, no tengo azúcar ni grasa de donde tirar, no me queda agua, ya no sudo; no soy consciente del tiempo, ni del espacio, el tatami se me clava en las muñecas, las vendas me aprietan y la camiseta me molesta.

30. Mis compañeros ya han acabado, pero yo, más lenta, voy por la 27. Se oyen cuerpos caer desplomados al suelo y se hace el silencio. Noto sus ojos en mi nuca, mis hombros, mis brazos. 28. Dos más y acabas. Sus pies se han parado delante de mí, permanece en silencio mientras los demás se incorporan. 29. Cuando solo queda una, dos sentimientos enfrentados afloran desde el pecho hasta los dedos: uno trata de que hagas uno menos y el otro desea que hagas uno más. Segundos corren en mi contra, cuanto más tarde en subir más me costará la última, pero mi cuerpo no puede más. Un poco más me repito, un poco más. Sólo-un-poco-más. 30.

11.4.10

Ya no recuerdo la última vez que la inspiración me visitó mientras yo andaba sentada cerca de algún papel o algún ordenador; la muy dama de burdel siempre aparece mientras conduzco. Es desesperante.

Las cosas por mi vida no han cambiado mucho, siguen las contradicciones, las dudas, los dolores y placeres de antes. Soy la misma de siempre, pero con unos días más de vida y unas cuántas tareas más que hacer. El trabajo se va acumulando.

No tengo nada especial que transmitir, los asuntos poco o nada relevantes no merecen ser escritos y las cosas importantes no pueden ser contadas; de modo que cuando me encuentro sentada frente a una hoja en blanco no encuentro el modo de derramar mi sangre en cada párrafo, como antes hacía, sin que merme mi vitalidad. Creo que ser feliz a acabado con mi escritura. Lamentable. Lamentable no sólo por el hecho en sí, sino también porque si esto es felicidad, espero volver al pozo pronto: no me interesa lo que las rosas tengan para mi. Paraísos, regalos, flores y caminos con margaritas y manzanilla. Besos y abrazos, amor a borbotones.

El olor a deseo del cuello de un hombre. Caricias furtivas, miradas fugaces, frío bajo fulares. Espasmos originados por orgasmos, respiración agitada y ojos en blanco.

Tranquilidad.

Estudié y sigo pensando en el significado de echar de menos. Sigo en ello y seguiré, pues la cosa no avanza (hoy concurren todos y cada uno de los sentidos que me habéis propuesto y sin embargo mañana no se da ninguno de ellos). ¿Y eso? ¿Eso es echar de menos?

El día ha sido agotador, lo reconozco; mejor admitir el hecho antes de que alguien observe la somnolencia con la que escribo estos desvaríos. Faltas de ortografía y errores garrafales en la gramática, ¡ay de mí! si mis violadores leyesen tal desastre.

Intentaré disociar los aspectos a tratar y congelar en textos los pensamientos que fluyan sobre cada cosa; que los asuntos amorosos irán mal, pero una ciudadana de Esparta siempre será espartana.

20.3.10

Las personas infelices...

...son más imaginativas.

13.3.10

Decidme...

¿Qué es echar de menos a una persona?

9.3.10

¿Cómo es la voz de psicópata?

Es cuando pone voz de que te va a matar o que se va a matar a sí mismo, ambas cosas con la misma probabilidad. Karim

16.2.10

Va de números

Ha pasado un mes desde que tomé la fea costumbre de pesarme todas las mañanas después de la ducha. La primera cifra fue 54.6, la última ha sido 50.8, ¿me habré metido dónde no me han llamado? No se si es una pregunta, una mera afirmación o una confesión, y escribo esto comiendome un bocadillo de salchichón del barato, que es el que más me gusta.

La obsesión no va conmigo, siempre que me he enganchado a algo lo he dejado o al menos he tratado de hacerlo, me pasó con los estudios, me ha pasado con el amor y puede que me esté pasando por el peso. Lo dudo, pero la posibilidad está ahí. 

¿Saben qué es lo que ha ocurrido? Antes de comenzar con este extraño periodo pesaba en torno a los 55,5. La semana o semanas en las que perdí ese kilo sin darme cuenta fueron los días en los que tuve que despedirme de mi 90 y saludar a 85 (C, pero 85 al fin y al cabo). Era precisamente 90 la que me impedía bajar de 55, pero una vez violada esa norma casi fundamental en mí, obviamente, la cifra puede seguir bajando, ya no voy a llorar más.

Sucedió aquello que más temía, perder a 90. La marcha de 95 allá por el 2008 fue horrible, me encontré con un escaso escoté que me arrancó más de un llanto; pero a rey muerto, rey puesto, y 90 me dio el cariño que necesitaba.

Después de un año y medio 90 ha decidido abandonarme, me ha cambió por un kilo menos, ¿qué haría tan mal para abandonarme de ese modo? Quizás la locura que me ha venido acompañando, no lo sé. Sin embargo, tengo que ser sincera conmigo misma, a finales de octubre comencé a notar algo raro, ella no era la misma, tenía la mirada vacía, estaba ausente y nos sentíamos incómodas; quizás no debí hacerlo, pero lo hice, fui a Intimissimi y probé con otras.

Puede que ella se enterara, en una misma tarde me vi con 85B y 85C, la primera excesivamente joven para mí, pero la segunda era perfecta; no me gustó esa sensación, pero me sentía llena con ella. Es probable que 90 se enterara y por ello se fué de ese modo, un día desperté y todo lo que tenía eran sujetadores grandes.

La llegada de ese día era una de mis peores pesadillas, y aunque sorprendentemente su marcha no me apenó tanto como la de 95, me dolió desprenderme de sus recuerdos.

En fin, el caso es que mi romance con 85 va viento en popa, espero no perderla a ella también. No obstante, soy consciente de que ella y mis kilos tienen una relación muy, muy estrecha que puede truncarse en cualquier momento. En cualquier caso asumo mi culpa, perdí a 90 y ya todo me da igual, si pierdo también a 50 estaré genial con 49 y si él también decide irse, haré lo que sea por no perder a 48. Me gustan las mujeres voluptuosas.

1.2.10

Haka Maorí

Hades me ha dicho que se acordó de mí viendo Invictus y no es de estrañar pues mi querido juega al rugby; pero, según me ha contado, no ha sido eso lo que llevó mi ensencia hasta su mente mientras disfrutaba de la película.

El largometraje cuenta dos historias paralelas íntimamente conectadas, por un lado el obrar político del adorado Mandela y, por otro, la historia de un equipo de rugby, hoy de los mejores, que tuvo que enfrentarse a los All Blacks en su primera intervención en un campeonato de estas características. Corría el año 95.

Mi querido y tarado compañero se acordó de mí mientras los neozelandeses danzaban su Haka Maori, que, para los que no lo sepan, es un baile con su correspondiente canto que las tribus de la zona entonaban al inicio de la guerra y, pese a que actualmente en política se usa como baile de bienvenida, el equipo nacional de rugby conserva su origen y lo usa para intimidar a los contrincantes. Y se preguntarán ustedes qué tiene que ver todo eso conmigo.

Es algo difícil de enteder para los que no me conocen o no pueden comprender el escalofrío que recorre el cuerpo de alguien cuando aguarda de rodillas una caricia del ser que le domina; pero lo cierto es que esos animales me vuelven absolutamente loca. Matizo: ellos no, lo que representan.

De momento comparto el video, más tarde trataré de relatar al detalle lo que el Haka me produce.

PD: el video no tiene la calidad de imagen y sonido que me habría gustado, pero es el que mejor muestra lo que veo en esos hombres.

18.1.10

Corrían otros tiempos

Corrió hasta la esquina, al doblarla trató de calmarse y pasar desapercibida, agarró el bolso con fuerza y continuó andando a paso rápido. A penas quinientos metros la separaban de su destino.
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Continuaba llorando cuando divisó la puerta, llevaba las medias rotas, la camisa mal colocada y estaba bastante despeinada; el rimel había dibujado unos preciosos cauces por los que las lágrimas seguían resbalando y su carmín estaba extendido por una de sus mejillas. Él la vio a lo lejos, daba pasos rápidos pero cortos, y sabía que se dirigió hacia sí. Dio la última calada a su cigarro y, girando la cabeza hacia el interior del edificio, dijo: “Atención, damisela en apuros.” Cuando ella llegó, en la estancia todavía se oía el eco de las carcajadas de sus compañeros.
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- Siéntese, por favor. –le ofreció el caballero.
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Ella tomó asiento, sacó un pañuelo de su bolso con delicadeza y trató de calmar el temblor de sus piernas.
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- Tranquilícese, ¿qué le ha ocurrido?
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No hablaba, porque no pensaba; el terror se había adueñado de sus entrañas y la mano que el Inspector le puso en el hombro le resultó tremendamente desagradable. Retiró el hombro y llevó su mano hasta él, tratando de proteger esa parte del cuerpo que aún no había sido golpeada.
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- Tiene que contarme lo que ha pasado.
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Sus ojos llorosos buscaron una mirada de complicidad en aquel hombre que trataba de ayudarla, se tranquilizó al vislumbrar cierto gesto de amabilidad y logró centrarse en la situación.
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- Me ha pegado. Mi marido me ha pegado.
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El Inspector miró al techo, suspiró y llevó su mirada a sus manos, que se apoyaban en la mesa con los dedos entrelazados. Observó a la mujer y trató de analizar sus marcas, el estado de su ropa, su nerviosismo, miró su escote y sus uñas rojas. Finalmente respondió:
...
- Señora, algo habrá hecho.
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Corría el año 1965. Eran otros tiempos.

14.1.10

Es lo que tiene...

... dejarlo todo para el último momento.

5.1.10

Desde el estante

Tiene la cara fría, porque tiene frío. Abraza con ganas la manta que la cubre y frota sus pies uno contra el otro a la espera de que las llamas de la chimenea caldeen la habitación. Hasta hace un momento sostenía entre sus manos a uno de mis compañeros, acariciaba su piel y se entretenía con él, ahora duerme. Tiene la piel blanca y el cabello rubio. El moño se ha ido deshaciendo a lo largo del día y ahora algunos mechones cubren su preciosa cara. Nos usa y nos deja descansar, no ha acabado con uno y ya tiene en mente a otro. Siento celos.
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Su respiración es lenta, parece estar muerta. De vez en cuando acaricia a Platón, pero en seguida le deja a un lado y vuelve a cubrirse con su manta. Parece tranquila, la observo en silencio mientras pienso en cuándo me llegará la hora a mí, el día en que me tome entre sus manos y sienta sus dedos recorriendo cada centímetro de mí. Muero por ese instante.
..............
Sus ojos azules, que ahora permanecen cerrados, suelen recorrernos en busca de nuevas fantasías, pensamientos, su imaginación vuela y su locura parece cesar mientras la acompañamos. Yo les veo como ceden a sus antojos sin oponer resistencia, con la cabeza gacha aceptan las posturas que ella les impone; ellos, allí, no pueden observarla como yo la observo. Su delicadeza, la furia de sus ojos cuando se enfada, la dulzura con que su pelo cae sobre sus hombros; tirita cuando tiene frío, pero normalmente pasa mucho calor; sube sus faldas por encima de las rodillas y deja caer sus tirantes, resopla mientras escribe y se mueve agitadamente cuando duerme. Su locura suele aparecer en sueños.
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Todos pensamos que es una diosa, nos compra y escoge, nos cuida y nos mima también. Decide cuando estamos con ella y cuando esperamos, cuando le gustamos y cuando no. Sabe lo que pensamos. A veces se lleva a tres o a cuatro al dormitorio y al día siguiente solo aparece uno, algunos no vuelven y otros vuelven pasados unas semanas. A veces nos usa de tres en tres e, incluso, la he llegado a ver con cinco. Adivina nuestros pensamientos, sólo con mirarnos sabe si tenemos algo que ofrecerle o no. Es una diosa. Nos lee cuales libros, porque lo cierto es que libros somos.

2.1.10

Laura

Dormía plácidamente en la cama cuando un trueno la sacó de sus sueños. La tormenta bañaba la calle y las gotas provocaban un molesto ruido al chocar con los cristales, se levantó, camino con frío hasta la ventana y bajó la persiana todo lo que pudo.
...
Se giró para observar como él seguía tal y como lo había dejado horas antes, durmiendo boca arriba, cual muerto, y sin enterarse absolutamente de nada.
....

Fue a la cocina a beber agua y luego al baño a hacer pis. Allí sentaba estuvo pensando un buen rato en la imagen que el espejo le había devuelto al entrar en el baño, no era especialmente atractiva, pero tenía buen cuerpo: estaba contenta. Se dio cuenta de que había terminado hace tiempo y ella seguía allí, medio dormida, pensando en si debía apuntarse o no al gimnasio.
....

Se limpió y lavó sus manos, se acerco a la habitación y se metió en la cama, abrazando el cuerpo inerte de su pareja. Él, inmediatamente, comenzó a hablar en sueños.
....

- Vamos.
- ¿A dónde vamos? – preguntó ella extrañada.
- A follar – contesto el sin mover los labios.
- ¿Quiénes?
- Tú y yo.
- ¿Quién soy yo?
- Laura.
....
Se dio la vuelta y con la mirada fija en la nada, arropada y cómoda, se puso a pensar.
....
¿Quién es Laura?